La Lechera descocada

Érase otra vez  una muchacha llamada Mireia que se estaba preparando para una gran noche.

Estuvo toda la tarde pensando en qué se iba a poner; iría con unos zancos altísimos, de esos que la gente dice que “si te caes de ahí te partes el cuello”, también se pondría su falda verde nueva que se había comprado especialmente para la ocasión y por último, pero no menos importante, se pondría ese corset suyo que quitaba el aire a todo el que se la veía puesta. 

Y para un gran modelito, un gran plan para pasar la noche. Primero irían a tomar unas copas en el bar de un amigo donde, como siempre, la invitarían a una copa, o dos. Después, cuando se hubiesen ambientado un poco irían al pub London, donde pedirían la clásica ronda de chupitos y en donde se encontraría con Pau, su amante. Y el último sitio de la noche sería la inauguración de la nueva y gran discoteca de la ciudad, Saturno.

Llegaron las 19:00, la hora de comenzar su ritual de belleza. Se bañó, con mascarilla para la cara incluida, se depiló, se puso sus cremas y bajó a cenar.

Después de cenar empezó a arreglarse, primero se maquilló y después se vistió. Y cuando ya estaba casi lista para salir oyó la lluvia. “No es nada” pensó, pero sí, sí era algo. Había comenzado la gran tormenta que continuaría los próximos tres días, por lo que Mireia se quedó sin lucir su gran modelito, sin llevar a cabo su gran plan y en definitiva, de disfrutar de la gran noche.