Érase otra vez una joven anarquista apodada Ricitos de oro. Era una de estas activistas del 15M que luchaba
contra toda injusticia que encontraba.
A los 20 años decidió abandonar la casa de sus padres para
tener más independencia. No os creáis que iba a contribuir con el abusivo
sistema pagando un alquiler a un cacique, no, su primer hogar fue una casa
ocupa.
El edificio había sido desalojado por orden del banco de Los
Tres Osos, que reclamaba su propiedad, aun sabiendo que iba a tener el local
muerto de risa.
La vida en el piso no era fácil, el banco no quería asumir
que hubiera alguien habitando la propiedad, por lo que no paraba de emprender
acciones hostiles contra la comuna que se había montado allí.
Hartos ya de las represalias del banco, los ocupas
decidieron contraatacar pintando todas las sucursales y estropeando cerraduras
y cajeros con silicona líquida.
Los tres osos se vieron abatidos por la respuesta de los
jóvenes por lo que pensaron que lo mejor para todos sería concertar una
reunión con ellos y acabar así con todas las hostilidades.
Ricitos vio ahí la oportunidad perfecta para solucionar el
conflicto.
Los jóvenes invitaron a los banqueros a comer. Como podéis
imaginar, el menú era bastante especial. La sustancia X era el condimento que
habían usado en la elaboración de todos los platos.
En pleno éxtasis de los banqueros, los chicos les
propusieron firmar un documento que les cedía la propiedad del edificio. En las
circunstancias en las que se encontraban, ni siquiera se pensaron una negativa,
firmaron más alegres que nunca.
Cuando el efecto se les pasó, los banqueros, más allá de
querer emprender acciones legales contra la comuna, les pidieron el número del
proveedor. Ahora sabían lo que era la felicidad.
Todos fueron felices y comieron mucho, porque ya sabéis que
esas cosas dan mucha hambre.
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